Alonso y Sainz ven un futuro diferente
Carlos Sainz dijo en la víspera de esta atípica temporada que no podría evitar mirar de reojo a Ferrari. Si lo ha hecho, no le habrá gustado mucho lo que ha visto. De momento, bastantes problemas tiene que lidiar el madrileño con el McLaren, con ese escape traicionero del pasado domingo, o con algunas de las paradas tortugueras de sus mecánicos, como para estar también pensando en su futuro en Maranello. Pero mirará de vez en cuando, eso seguro. Su fichaje por la mítica marca italiana ha sido una de las grandes noticias del año del deporte español. Irte a Ferrari es como fichar por el Real Madrid o Los Angeles Lakers, no puedes decir que no a una leyenda. Otra cosa es aterrizar en buen momento. Y la evolución del Mundial de F1 demuestra que no es así.
La Scuderia tocó fondo en Spa-Francorchamps, donde no consiguió puntuar. Las posiciones 13ª y 14ª de Sebastian Vettel y Charles Leclerc están muy lejos de lo que se espera de un monoplaza mítico, que no hace tanto, el año pasado en ese Gran Premio de Bélgica, obtuvo la victoria en el mismo circuito. La dudosa legalidad de aquel motor es el origen de todos los males. Mattia Binotto, el jefe, dice que no queda otra que mirar a los cursos de 2021 y 2022. En esos años ya estará por allí Carlos Sainz, esperemos que con mejores prestaciones. Y coincidirá en la parrilla de la Fórmula 1 con Fernando Alonso, el hijo pródigo que vuelve a su casa de Renault. En la fábrica francesa las sensaciones son precisamente las contrarias. Los puestos cuarto y quinto de Daniel Ricciardo y Esteban Ocon en la última carrera han envalentonado al personal, hasta el punto de que el piloto australiano ya piensa en el podio y en descorches de champán. Mientras tanto, el asturiano se frota las manos. Va a heredar un buen coche. Todo lo contrario que Sainz.
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